Mientras viajaba en tren por Francia, Suiza e Italia, un cristiano italiano (Erino Dapozzo) hizo una pequeña encuesta. Preguntó lo siguiente a cien personas: «¿Es usted un cristiano nacido de nuevo?». Solo las personas que conocen el Evangelio y creen que Jesús es su Salvador pueden comprender esta pregunta. Las respuestas fueron variadas, y a veces un poco soberbias: «¡Toco el órgano en la iglesia!», «fui ayudante del cura», «fui bautizado»… Entre las cien personas entrevistadas solo una respondió claramente: «¡Sí!».
Sin embargo, esta pregunta es fundamental. En efecto, Jesús dijo a un jefe religioso: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). ¡Nadie puede entrar en relación con Dios sin haber nacido de nuevo! ¡Esto nos hace reflexionar!
Nacer “de agua y del Espíritu” es recibir una vida nueva mediante la fe en la Palabra de Dios (simbolizada por el agua) y por la acción del Espíritu de Dios, que produce este milagro en nosotros. Esta nueva vida viene de Dios, los que la reciben son hijos de Dios (Juan 1:12-13).
No nos equivoquemos: ser ayudante del cura, tocar el órgano en la iglesia o asistir con regularidad a los oficios religioso no salvará a nadie.
El verdadero cristianismo no es exterior, sino una renovación interior completa, operada por el Espíritu de Dios en aquel que cree en Jesucristo.
¿Qué respuesta dará usted a esta misma pregunta?: ¿Es usted un cristiano nacido de nuevo?
Ezequiel 20:23-49 – Hechos 26:19-32 – Salmo 37:1-7 – Proverbios 12:9-10