En Juan 1:35-39 leemos que dos discípulos seguían a Jesús. Él se volvió y les preguntó: “¿Qué buscáis?”. Respondieron: “¿Dónde moras?”, y Jesús los invitó a ir con él. Esos dos discípulos querían estar con el Señor para escucharlo, preguntarle y disfrutar de su cercanía.
En Lucas 19:2-6 leemos que Zaqueo también quería conocer a Jesús. Por ello subió a un árbol situado al borde del camino por donde Jesús debía pasar. Allí lo vio y lo escuchó decirle: “Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa”. Y en seguida recibió a Jesús en su casa con gozo.
Para nosotros los cristianos, la comunión con el Señor consiste efectivamente en permanecer con él. Por la fe podemos estar cerca de él, orando y leyendo su Palabra. También podemos buscar la compañía de otros creyentes en reuniones cristianas, allí donde el Señor prometió su presencia (Mateo 18:20).
Pero el Señor también está con nosotros ahí donde nos encontramos, en todas nuestras situaciones. Él dijo: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Su Espíritu nos hace experimentar su presencia cuando obedecemos su Palabra, cuando “guardamos” su Palabra.
En la tierra, el Señor hacía la voluntad de su Padre y era consciente de su amor. Él nos invita a hacer lo mismo. Así nuestro gozo podrá ser “cumplido”, nuestra vida reflejará algo de sus caracteres, y Dios será honrado (Juan 15:10-11).
Ezequiel 11 – Hechos 20:1-16 – Salmo 33:16-22 – Proverbios 11:21-22