Cada día, mientras caminamos hacia el lugar de trabajo, mi amigo Carlos y yo hablamos sobre muchos temas. Cuando llegamos cerca de su oficina, aplazamos nuestra conversación, pero sabemos que la podremos continuar al día siguiente. Andamos juntos, compartimos nuestros pensamientos, tenemos “comunión” el uno con el otro.
Al principio de la Biblia se habla de un hombre llamado Enoc, cuya vida está descrita en pocas frases; pero dos veces dice: “caminó Enoc con Dios” (Génesis 5:22, 24). Esto quiere decir que Enoc estaba en comunión con Dios, era como si paseasen juntos. Un día sucedió algo misterioso: Enoc desapareció, porque Dios se lo llevó. Enoc vivía cerca de Dios, y al final Dios lo tomó para siempre con él.
Otros creyentes también caminaron con Dios, por ejemplo, Abraham, a quien Dios mismo llamó “mi amigo” (Isaías 41:8).
Caminar con alguien permite hablar con él. «Caminar con el Señor» es incluirlo en todas las circunstancias de nuestra vida. Es buscar su voluntad, hacerle preguntas y esperar sus respuestas.
¿Dios puede caminar con nosotros? ¿Estamos de acuerdo con él? ¿Nuestro paso por la tierra podrá resumirse con estas palabras: «Él o ella caminó con Dios»?
“Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios” (Hebreos 11:5).
Ezequiel 4 – Hechos 15:36-16:10 – Salmo 31:14-20 – Proverbios 11:7-8