¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Qué perspectivas tengo ante mí, aparte de vivir todavía algunos decenios y luego morir? Debo hacerme estas preguntas, pues la vida que poseo es mi bien más preciado. A mi alrededor hay personas que saben que la vida es corta y tratan de disfrutar al máximo, negándose a pensar en lo que vendrá después. También están los que se «matan» trabajando, esperando una jubilación que quizá nunca llegará. Pero, ¿cuáles son sus perspectivas a largo plazo? ¡Porque todo tiene un fin en esta tierra! La Biblia muestra la constatación que hizo el rey Salomón, conocido por su sabiduría: “¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?… He aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu” (Eclesiastés 1:3, 14).
Dios quiere dar un sentido a nuestra vida. La Biblia nos dice por qué estamos en la tierra, por qué existe la muerte… y qué es lo que le sigue. Dios creó al hombre a su imagen, lo colocó en un huerto de delicias donde no faltaba nada a su felicidad, pues vivía en armonía con su Creador. Luego el hombre desobedeció a Dios y perdió su relación de confianza con él. Al final se volvió enemigo de Dios. Desde entonces su vida parece sin sentido.
Pero “Dios es amor” (1 Juan 4:8). Él ama a su criatura y desea su felicidad. Jesús, el Hijo amado de Dios, se ofreció a sí mismo para que pudiésemos acercarnos a Dios y recibir su perdón y la vida eterna. Creer y aceptar a Jesús como Salvador abre una perspectiva eterna de felicidad junto a él.
Ezequiel 3 – Hechos 15:1-35 – Salmo 31:9-13 – Proverbios 11:5-6