El Señor está cerca: Martes 25 Noviembre
Martes
25
Noviembre
Pastoreen el rebaño de Dios entre ustedes… tampoco como teniendo señorío sobre los que les han sido confiados, sino demostrando ser ejemplos del rebaño.
1 Pedro 5:2-3 NBLA
Pastorear y apacentar

Pastorear y apacentar (alimentar) son términos profundamente relacionados, lo que nos puede dar lecciones muy valiosas.

En primer lugar, no podemos alimentar a otros si nosotros mismos estamos desnutridos. Es crucial alimentarse adecuadamente con la Palabra de Dios para poder ayudar a los demás. A lo largo de la historia, el rebaño de Dios ha sufrido debido a pastores mal alimentados. Un buen pastor debe conocer primero los pastos para luego conducir a su rebaño a ellos. David se sentía feliz porque su Pastor lo hacía descansar en delicados pastos y junto a aguas de reposo.

En segundo lugar, pastorear también implica restaurar a las ovejas descarriadas, algo que es inherente en ellas. Como dijo Isaías: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino” (Is. 53:6). Pedro escribió: “Vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas” (1 P. 2:25). Sin embargo, más conmovedoras son las propias palabras del Señor Jesús: “¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso” (Lc. 15:4-5).

En tercer lugar, pastorear demanda preocupación, compasión y compromiso. Requiere amor a las ovejas a pesar de su tendencia a desviarse del camino. David, siendo pastor, conocía bien a las ovejas, pero también se reconocía a sí mismo como una oveja en el rebaño de Dios, y por eso habló de su propio Pastor: “Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre” (Sal. 23:3).

¡Aprendamos de las enseñanzas de nuestro Buen Pastor, quien dio su vida por las ovejas!

A. M. Behnam