Aquí se nos presentan los dos personajes principales del libro de Ester: Mardoqueo, un judío, y Ester, su prima huérfana a la que había adoptado como su hija. A lo largo del libro vemos la estrecha y amorosa relación entre este hombre, empleado de la administración pública del imperio (se sentaba a la puerta del rey; Est. 2:19), y su amorosa hija adoptiva. La Palabra de Dios da a los hijos la responsabilidad de honrar a sus padres durante toda su vida. Los padres piadosos ciertamente amarán a sus hijos y nunca dejarán de buscar su bienestar.
Habían pasado cuatro años desde que Vasti fue despojada de su posición real. En la corte persa vemos lo que todavía caracteriza al mundo actual: el énfasis en la belleza y el sexo. Una hermosa muchacha virgen debía ser llevada al rey cada noche. A las chicas se les daba todo lo que querían para lucir atractivas. El rey elegiría a su nueva reina entre ellas. El premio de consolación sería formar parte del harén real, para el simple placer del rey. ¡Qué triste, y qué contrario a los pensamientos divinos con respecto al matrimonio!
En este país pagano, tan alejado del templo de Dios en Jerusalén, Ester es llevada al palacio, y allí se le dan los cuidados cosméticos de acuerdo con los requerimientos de la corte para pasar la noche con el rey. El comportamiento modesto y tranquilo de Ester la hizo ganarse el favor del funcionario a cargo, y de todos los que la vieron. “Y el rey amó a Ester más que a todas las otras mujeres” (v. 17) y la hizo su reina. Sin embargo, nada de esto cambió la obediencia de Ester a las órdenes de Mardoqueo.