¿Se han dado cuenta que se ha vuelto normal la utilización del nombre “Dios” para reemplazar el bendito nombre de Aquel por medio del cual lo llegamos a conocer (Jn. 14:6-10)? Muchos cristianos dicen: “Me gustaría conocer mejor a Dios” o “quiero servir a Dios”. Si comparamos estas expresiones con lo que dice el apóstol Pablo, nos daremos cuenta de que él utilizó términos más adecuados: “estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” (Fil. 3:8) y “Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo” (Fil. 1:1). Los ejemplos de Pablo muestran que debemos proclamar el nombre completo del Señor Jesús y sus títulos, y no usar solo el nombre Dios de forma indiscriminada.
Hay veces que es legítimo dirigirnos al Dios Trino como “Dios”. Sin embargo, parece que se ha vuelto común y regular utilizar este nombre para referirse tanto al Padre como al Hijo. Debemos ser cuidadosos de identificar al Padre de forma específica en nuestras oraciones y conversaciones, y emplear el nombre de Jesucristo cuando hablamos del Salvador, el Esposo, el Abogado y el Gran Sumo Sacerdote. Además, no siempre es adecuado utilizar simplemente el nombre “Dios” en nuestras conversaciones o en nuestros testimonios, ya que es por medio del Señor Jesús que nos acercamos al Padre, y llegamos a conocer al Eterno solamente por medio de Aquel en quien habita toda la plenitud de la Deidad (Col. 2:9; Lc. 10:22). También debemos reconocer que al declarar su precioso nombre nos separamos de muchos falsos grupos religiosos que dicen invocar el nombre de Dios-¡pero con significados muy diferentes!