«Nací en 1931, en París, en el seno de una familia judía. En 1942 pudimos refugiarnos en Suiza. Mi padre me envió a vivir con unos agricultores cristianos, cerca del lago de Neuchâtel. ¡Qué sorpresa me llevé cuando ellos me explicaron que Jesús es la luz prometida por Dios para salvar a las naciones y a mi pueblo Israel!
En 1954 tuve un grave problema de salud. Sabía que Dios permitía esta prueba para que pudiera hacer un balance de mi vida y lo escuchara solo a él. Recordé a los cristianos con los que había compartido años antes: eran íntegros y su vida irradiaba luz. En mi cama de hospital, invoqué a Cristo. Le prometí entregarle mi vida y servirle si rompía las cadenas físicas y morales que me ataban al mal y a la muerte. ¡Y lo hizo! Comprendí que el perdón y la justicia no se obtienen cumpliendo estrictamente los mandamientos, sino por la fe en el Mesías, Jesús, quien dio su vida por nosotros.
Los pasajes del Antiguo Testamento que hablan del Mesías me convencieron de que Jesús es aquel en quien se cumplen las promesas hechas por Dios a nuestro padre Abraham: “Serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:3).
Este es un mensaje de amor para nuestros familiares y amigos, para todo el pueblo judío, para todas las familias y naciones de la tierra».
1 Crónicas 9 – Lucas 11:1-28 – Salmo 89:7-14 – Proverbios 20:10-11