«Hay pocas personas que entienden bien lo que Dios haría con ellas si se lo permitieran. Nadie pensaría que un tronco de árbol rústico y deforme pueda convertirse en una hermosa estatua, una maravilla del arte, excepto si lo dejan en manos del escultor, quien ve lo que puede hacer de él». Así se expresó un teólogo español del siglo XVI.
La Biblia utiliza la imagen del alfarero y las vasijas para hablar de la manera en que Dios nos forma (Jeremías 18; Romanos 9:21). Originalmente, Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Le dio un espíritu capaz de relacionarse con él. Pero pronto el hombre desobedeció y dio la espalda a Dios.
Dios es paciente, nos ama. Quiere la felicidad de cada ser humano, hermosa criatura que formó para su gloria y para llenarla de su amor: “Trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra, todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice” (Isaías 43:6-7).
¿Permaneceremos como un tronco rústico, inútil y sin vida? O, ¿abriremos nuestro corazón a Dios, quien quiere hacer de nosotros algo hermoso, digno de él? ¡Depende de nosotros tomar la decisión de volvernos a él!
Cuando aceptamos a Jesús como nuestro Salvador, Dios nos da una nueva vida, capaz de servirle. Entonces, nacidos de “nuevo”, podemos serle útiles y manifestar la vida divina que hay en nosotros. ¡Dejémonos formar por Dios, dejemos que actúe en nosotros!
1 Crónicas 6:1-48 – Lucas 9:21-43 – Salmo 88:1-7 – Proverbios 20:2-3