A un cristiano que les habla de Jesucristo, unos contestan:

–Respeto sus creencias, pero cada uno tiene las suyas, ¡y todas son igual de válidas!

Otros dicen:

–Señor, me habla como si no tuviera religión; pero tengo mis creencias, como todos en mi familia.

Creencia es una palabra cómoda y elástica, que no compromete a nadie, pero tan vaga que resulta equívoca, e incluso peligrosa.

Hay una palabra para designar el hecho de aceptar lo que Dios dice, y es la palabra “fe”. Así la utiliza la Biblia. Supone que la criatura humana se reconoce frágil, ignorante y culpable ante su Creador todopoderoso, justo y santo.

La fe reconoce los derechos de Dios, escucha su Palabra; aprende de él ante todo. Descubre que Dios es el Juez Supremo, pero también el Dios de gracia, el Dios de luz, el Dios de amor.

La fe es conocer personalmente al Dios que se ha revelado, que habla y que también escucha. El Evangelio, predicado aún hoy, presenta a Jesucristo como la plena revelación de Dios. Él quiso darse a conocer a los hombres por medio de su único y amado Hijo, Jesús, quien murió para salvar a todos los que creen en él. ¡Acéptelo por la fe! “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).