Un hombre de negocios había tenido éxito en su carrera y estaba orgulloso de ello. Cierta mañana, en su jardín, observó a una oruga subiendo con dificultad por un tronco. ¿Llegaría realmente a la cima? Fascinado por los esfuerzos del insecto, se dijo a sí mismo:
–Yo también he luchado por llegar a la cima. Tuve que trabajar sin descanso para alcanzar este codiciado puesto. ¡Y lo logré; estoy en la cima!
Sumergido en sus pensamientos, siguió observando a la oruga que, tras llegar a la cima, dio la vuelta y descendió: no había encontrado ninguna hoja verde en la cima, pues estaba sobre un palo seco.
El hombre, zarandeado repentinamente, reflexionó: ¿Su éxito en el mundo le daba la verdadera felicidad? ¿Era feliz ahora? Tan decepcionado como la oruga, no había encontrado nada que pudiera satisfacer realmente sus aspiraciones más profundas, nada que tuviera un valor duradero y eterno.
Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Mateo 16:26). También dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28-29). Ir a Jesús es encontrar en él el perdón de los pecados, la paz y la vida eterna.
Miqueas 7 – Lucas 5:17-39 – Salmo 84:5-7 – Proverbios 19:17