Carlos y Sandra estaban interesados en el Evangelio desde hacía unos meses. Asistían a reuniones cristianas y leían la Biblia. Con el paso del tiempo comprendieron que debían decidir si aceptaban o no a Jesús como Salvador. Carlos fue el primero en convertirse a Cristo, pero Sandra dudaba, pues tenía miedo a las consecuencias. Se preguntaba si perdería a todos sus amigos. Tardó en decidirse, pero volvió a escuchar el llamado del Señor y finalmente aceptó a Jesús como Salvador.
El miedo a perder una amistad, incluso un trabajo o un pasatiempo favorito, es un verdadero obstáculo para ir a Jesús. ¡Pensar que esta decisión tan importante destruirá todo en mi vida es un error de cálculo muy grande! ¡El Señor no quiere empobrecernos, sino enriquecernos! Para ello nos pide, en primer lugar, recibirlo como nuestro Salvador y Maestro. Luego nos conduce con sabiduría y paciencia por el camino de la fe.
El Señor nos muestra lo que debemos abandonar para seguirlo, y nos da la fuerza para hacerlo. A menudo dirige las circunstancias de nuestra vida para ayudarnos. Si hay algún sufrimiento que sea necesario atravesar, también lo acompañará de una profunda paz.
A un extranjero que creía en Dios, pero que estaba preocupado por lo que debía hacer cuando volviera a su país, el profeta Eliseo le respondió con esta maravillosa expresión: “Ve en paz” (2 Reyes 5:19). ¡Vamos con la paz del Señor! Él es un buen Maestro, dio su vida por nosotros.
Miqueas 5-6 – Lucas 5:1-16 – Salmo 84:1-4 – Proverbios 19:15-16