En nuestras vacaciones, tan pronto llegamos al mar, fuimos a la playa más cercana, un hermoso lugar con mucha arena, rodeado de rocas. Los niños se precipitaron al agua, pero unos minutos después Luisa volvió con una profunda herida en el tobillo. Rápidamente abandonamos la playa para ir al servicio de urgencias, y un cartel nos llamó la atención: «Baño peligroso, rocas afiladas». Lo habíamos leído sin prestar atención: ¡parecía exagerado! Esta parte de la playa estaba cubierta de arena, y con la marea alta no se veía ninguna roca. Además, varias personas se bañaban allí…
Después de unos puntos de sutura, que no nos afectaron el resto de las vacaciones, tuvimos que reflexionar un poco: si hubiéramos sido más cuidadosos y hubiéramos hecho caso a la advertencia hecha por las personas que conocían bien la zona, podríamos haber evitado este accidente.
Hay una similitud evidente con la actitud que tenemos ante las advertencias, consejos y precauciones que Dios nos da en la Biblia para nuestra vida cotidiana. No siempre las tenemos en cuenta, aunque están ahí precisamente para evitarnos dificultades y sufrimientos. No leer la Biblia es poner nuestra vida moral y espiritual en gran peligro. Leámosla confiando en nuestro Dios, quien conoce los peligros morales a los que estamos expuestos. Confiemos plenamente en él, obedeciéndole, sin sobrestimar nuestras propias fuerzas y capacidades, y sin dejarnos influenciar por los demás.
Miqueas 3-4 – Lucas 4:16-44 – Salmo 83:9-18 – Proverbios 19:13-14