El nervio óptico, que va del ojo al cerebro, solo tiene 4 milímetros de diámetro, pero contiene más de un millón de fibras nerviosas, todas ellas aisladas entre sí. Incluso en esta época de comunicaciones de alta tecnología, los ingenieros de telecomunicaciones sueñan con un cable de fibra óptica que tenga el mismo rendimiento.
El rey David, percibiendo la extraordinaria complejidad del cuerpo humano, alabó a Dios: “Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien… en oculto fui formado, y entretejido… en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas” (Salmo 139:14-16). Dios nos conocía incluso antes de que fuésemos concebidos. El hombre, creado a imagen de Dios, es una de sus maravillas. Pero esta semejanza fue empañada por el mal introducido por el hombre. Su capacidad de violencia, destrucción y autodestrucción es aterradora.
Sin embargo, Dios quiere crear en cada uno de nosotros otra naturaleza moral, a través de un nuevo nacimiento: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo” (2 Corintios 5:17-18). Esta naturaleza moral fue maravillosamente encarnada y vista en Jesús, el Hijo de Dios que vino a la tierra. ¡Y nosotros la recibimos simplemente creyendo en él!
Miqueas 1-2 – Lucas 4:1-15 – Salmo 83:1-8 – Proverbios 19:11-12