A menudo pronunciamos esta frase con ligereza, y la utilizamos para escapar a las críticas. Críticas que consideramos injustas: no nos entienden, creen que tenemos malas intenciones, quieren hacernos daño. «El único que puede juzgarme es Dios», leemos en las camisetas, en las redes sociales, e incluso en el cuerpo mediante tatuajes.
“El que me juzga es el Señor”. Esta es una expresión de la Palabra de Dios, por lo que es perfectamente cierta, pero el que adopta esta frase debe saber bien lo que implica para él. Dios ve claramente lo que hay en nuestros corazones y cuáles son nuestros verdaderos motivos… ¡Nada escapa a su mirada! Su juicio no tiene en cuenta nuestras normas. El estándar de Dios es su santidad. Los diez mandamientos que Dios dio a su pueblo mostraron que todos los hombres están en el mismo nivel: son incapaces de hacer la voluntad de Dios, por ello todos merecen ser condenados.
Solo el juicio de Dios cuenta, aunque el de los hombres pueda tener consecuencias más inmediatas. El juicio de Dios tiene consecuencias para la eternidad.
Es una actitud valiente ponerme ante Dios, a su luz, y comprender lo que realmente piensa de mí. También es algo bueno para mí, pues esta luz me lleva a reconocer que soy un pecador, y a volverme a él para recibir su perdón.
“Escudríñame, oh Señor, y pruébame; examina mis íntimos pensamientos y mi corazón” (Salmo 26:2).
Daniel 12 – Lucas 3 – Salmo 82 – Proverbios 19:9-10