«Estos son los recuerdos de mi infancia: mi madre nos amaba, pero mi padre, a causa del alcohol, poco a poco fue perdiendo el control de su vida y de su familia. Recuerdo que cuando era niño caminaba por la acera, mirándome los pies, lleno de angustia por tener que llegar a casa. ¿Por qué me ocurre esto? Nadie podía responder a mis preguntas…
Cuando tenía 15 años me fui a vivir a España con mis primos. Había crecido sin ningún conocimiento real del bien y del mal. Mis únicos puntos de referencia eran mi madre, que nos había protegido, y mi hermano mayor, que era respetado en nuestro barrio por sus «hazañas» violentas. El alcohol y las drogas empezaron a marcar el ritmo de mi vida, iba de fiesta en fiesta… Me levantaba hacia el mediodía y me dejaba llevar por el ambiente de las drogas y la música hasta las 4 o 5 de la mañana. ¡Mi vida estaba vacía… !
Un día recibí una carta de mi hermano mayor. Me decía que había conocido a Jesús y que su vida había cambiado. Junto a su carta envió un evangelio de Juan. Yo, que nunca leía, devoré todo el evangelio en cuatro días. ¡Quedé impactado! ¡El amor de Dios se apoderó de mí! Decidí volver a Francia, visité a mi hermano y lo acompañé a la iglesia. Recibí una cálida bienvenida.
Dios me renovó progresivamente… Unos seis meses después pedí que me bautizaran. Entonces retomé mis estudios, aprobé mis exámenes y encontré un trabajo. Incluso formé una familia. Dios me ha dado un futuro y una esperanza: ¡Jesucristo!».
Daniel 11:1-20 – Lucas 2:1-20 – Salmo 81:1-10 – Proverbios 19:5-6