Es este ser en el que mi razón tropieza, porque solo puedo constatar su existencia, sin explicarla, sin lograr conocerla por mis propios esfuerzos. Me veo obligado a admitir que Dios me perturba…
¿Cómo no dejarse atrapar por la infinita grandeza del autor de la creación? ¿Cómo no extasiarnos ante la naturaleza? ¿Cómo explicar la vida? ¿Cómo entender la aspiración del hombre hacia lo espiritual, cuando podría haber sido solo una masa de materia, funcionando como una máquina? Debo admitir que Dios me asombra…
¡Qué horror! Si Dios existe, es lógico que me pida cuentas algún día. Sería mucho mejor si el Creador no existiera. ¡Entonces todo estaría permitido! Ninguna moral sería universal, ¡nadie tendría autoridad sobre mí para imponerme nada! Podría creerme libre… No puedo negarlo, Dios me asusta…
No sé cómo apaciguarlo, ni cómo satisfacerlo. Hay tantas representaciones de Dios, tantas religiones que pretenden acercar un ser tan pequeño como yo a un Dios tan grande como él. Pero, ¿cómo estar seguro de hacer lo suficiente? Tengo que salir de dudas: o está de mi lado o está contra mí. Sí, tengo que admitirlo: Dios me desestabiliza…
Dios te ama y quiere que Jesús sea tu Salvador, para que tengas paz con él.
Daniel 9:20-27 – Lucas 1:26-56 – Salmo 80:1-7 – Proverbios 19:1-2