Varios de nosotros vivimos con cierta comodidad: tenemos algunos ahorros, un trabajo, una buena salud… Esto da una sensación de seguridad, y no hay nada malo en ello. Pero reconozcamos que la mayoría de las personas no tiene estos privilegios. Además, ¿quién mantiene la paz y las condiciones favorables para que podamos disfrutar esta vida? ¡Solo somos administradores de nuestros bienes! ¡Estos no nos pertenecen para siempre! Algunas personas ricas frecuentemente son miserables en el ámbito moral. Con el dinero no podemos comprar la paz del corazón ni la entrada en el reino de Dios. ¡El dinero no nos garantiza la felicidad!
La Biblia cuenta la historia de un hombre rico que se dijo a sí mismo: “Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?” (Lucas 12:19-20).
En este mundo, ¿dónde podemos encontrar la seguridad, la paz y la felicidad verdadera y estable? Solo Dios puede darlas en Jesús. Él hizo “la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:20), es decir, él perdona a los que se arrepienten de sus pecados. ¡Él murió y resucitó! Si usted cree en Jesús, él le da la vida eterna. ¡Entonces estará realmente a salvo! Él afirma que nadie puede arrebatarnos de su mano (Juan 10:28). También dijo: “Haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen” (Mateo 6:20). ¡Estas son riquezas verdaderas y eternas!
Daniel 2:1-23 – 2 Timoteo 4 – Salmo 77:10-20 – Proverbios 18:8