A la edad de treinta años Jesús comenzó su servicio público. Fue bautizado por Juan en el río Jordán, y desde el cielo Dios Padre anunció públicamente: “Este es mi Hijo amado”. Luego Jesús fue llevado al desierto para ser tentado por Satanás.
Adán fue tentado en el huerto del Edén, cuando tenía todo lo necesario. Jesús estaba en el desierto, y durante cuarenta días no comió nada. Entonces Satanás se le presentó y le sugirió que se alimentase por sus propios medios, por iniciativa propia. En otras palabras, trató de hacer que actuara independientemente de Dios, por sí mismo. Pero Jesús no quería hacer nada sin Dios, pues se apoyaba en él para todo. La Palabra de Dios era su alimento, y esto le bastaba. La voluntad de este hombre perfecto siempre correspondía a la de su Padre.
Por medio de otras dos tentaciones, Satanás aún trató de turbar Su confianza y fidelidad a Dios. ¡Pero Jesús obtuvo la victoria, y Satanás tuvo que apartarse!
Esta tentación tenía un gran propósito. Antes de que Jesús empezara a enseñar, su obediencia y confianza en Dios debían ser probadas.
Si Satanás hubiera logrado su objetivo, la humanidad estaría perdida, sin esperanza. Pero fracasó. El comportamiento de Jesús fue perfecto, demostrando así que en él no había pecado. Por ello, solo él pudo ofrecerse en la cruz como sacrificio por nuestros pecados.
2 Reyes 13 – Efesios 1 – Salmo 69:29-36 – Proverbios 17:5-6