A veces se dice que Adán, en el huerto de Edén, tenía el derecho de elegir. El árbol prohibido estaba delante de él, su fruto parecía agradable. ¿Por qué no comer de ese árbol? ¿Adán era libre de desobedecer a Dios? No, pues es exactamente el principio del pecado.
Dicha concepción de la libertad es falsa. Cuando Dios da una orden, el hombre no tiene más alternativa que obedecer.
Adán no era un robot, y en ese sentido era libre para decidir. Pero él no existía por su propia voluntad. Era una criatura de Dios (como cada uno de nosotros). Era responsable de reconocer la bondad de su Creador y de aceptar su voluntad con confianza. Dios quería su bien. Él le había dicho: “De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás” (Génesis 2:16-17). ¡Obedecer no era una opción!
Jesús, como hombre, vivió exactamente lo contrario a esta forma de libre albedrío. Hacer la voluntad de Dios, su Padre, era su razón de vivir. ¿Usó alguna vez ese libre albedrío en relación a esa voluntad? ¡Jamás! La falta de confianza en Dios llevó a Adán a desobedecer, pero la confianza de Jesús fue total, así como su obediencia.
El hombre que vive separado de Dios pretende ir a donde quiere y hacer lo que quiere, sin Dios. Jesús iba a donde el Padre lo enviaba, decía y hacía fielmente lo que su Padre le decía (Juan 4:34). El contraste con Adán y sus descendientes es total. Finalmente, Dios halló todo su agrado en un hombre, Jesús.
2 Reyes 6 – Romanos 11:25-36 – Salmo 68:7-14 – Proverbios 16:25-26