¿Cuál es para usted el tesoro más preciado? Para muchos, en nuestra sociedad materialista, es el dinero; para otros, los placeres de la vida, el deporte, la cultura, los viajes, etc. Sin embargo, ¡todos conocemos la naturaleza efímera de estos supuestos tesoros!
La Biblia nos invita a no confiar en las riquezas, pues son inciertas. Nos dice: “No te afanes por hacerte rico; sé prudente, y desiste. ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas?” (Proverbios 23:4-5).
Pero hay un tesoro que no cambia, y su valor es eterno: ¡Jesús es el verdadero tesoro del cristiano! Él nos revela a Dios. “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:18). Jesucristo, el hombre perfecto, vino para salvar a la humanidad, dando su vida en la cruz: “fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25). Qué privilegio conocer el don de la gracia de Dios, la “vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23). Antes de dejar a sus discípulos, Jesús dijo: “Creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay… voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:1-3).
1 Reyes 22:1-28 – Romanos 6 – Salmo 65:1-4 – Proverbios 16:9-10