Si usted mira a los que tienen éxito en la vida y hacen fortuna, no los envidie, pues las riquezas son engañosas y nos alejan de la Palabra de Dios (Marcos 4:19).
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Si confía en su confortable nivel de vida, sea realista y no olvide que este puede cambiar con el tiempo, y que no ofrece ninguna estabilidad para su vida de fe. Los días felices harán que viva despreocupado, sin pensar en Dios, y los días malos le provocarán ansiedad.
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Si pone sus ojos en el mundo que avanza sin Dios, lo decepcionará y le propondrá muchas tentaciones para llevarlo a pecar.
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Si solo se interesa en usted mismo, se volverá egoísta, orgulloso, o se desanimará. La fuente de la felicidad no está en usted. Mire a Jesucristo, “el autor y consumador de la fe”. Él es nuestro objetivo, nuestra fuerza. Podemos vivirlo todo con él, por la fe.
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Seamos agradecidos cuando la fe de los demás cristianos nos anime, ya que somos “confortados por la fe que nos es común” (Romanos 1:12). ¡Pero primero miremos a Cristo! Él nos dará la fuerza para seguir con paciencia el camino de la fe, hasta el final, cuando “le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2).
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1 Reyes 21 – Romanos 5 – Salmo 64 – Proverbios 16:7-8