Bernard Palissy, un famoso ceramista del Renacimiento, fue encarcelado debido a su fe. El rey Enrique II quiso preservar la vida de este artesano, pues era el único hombre capaz de hacer hermosos jarrones. Pero ni las amenazas ni las promesas tuvieron efecto sobre el prisionero, quien se negó rotundamente a renunciar a su fe. El mismo rey acudió a la prisión para exigirle que se retractara.
–Si no renuncia, añadió el rey, yo mismo me
–Majestad, respondió Palissy, ¿oigo decir al rey de Francia: me veré obligado a hacer algo? Yo solo soy un pobre artista, uno de los más humildes súbditos de su majestad. Y ahora soy un prisionero. Sin embargo, ningún poder en el mundo podría
El hombre quiere ser libre y se imagina que lo es. Sin embargo, su libertad es limitada, por mucha autoridad que tenga. Si me he convertido en un esclavo de mis impulsos, de mis codicias, y quizá de adicciones, la Biblia me dice que Jesucristo tiene el poder de liberarme. Si lo acepto como mi Salvador, él me libera de todas las ataduras. “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36).
“Vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros” (Gálatas 5:13).
1 Reyes 18:20-46 – Romanos 1 – Salmo 62:5-8 – Proverbios 15:33