Después de su resurrección, el primer día de la semana, Jesús no se presentó ante las autoridades que lo condenaron, ni ante el pueblo que pidió su crucifixión, sino que se apareció cinco veces a los suyos:
– Delante de su tumba vacía se le apareció a María Magdalena (Juan 20:11-18) y le pidió que anunciase a los discípulos su resurrección.
– Salió al encuentro de las mujeres que regresaban del sepulcro y las envió a decir a sus hermanos que se reuniesen con él en Galilea: “Allí me verán”, les dijo (Mateo 28:8-10).
– Se le apareció a Pedro, pero no sabemos nada de esta conversación (Lucas 24:34).
– En el camino a Emaús se apareció a dos de sus discípulos (Lucas 24:13-31).
– Por la noche se presentó en medio de los apóstoles y les mostró sus heridas. Comió con ellos y les explicó que todo lo que las Escrituras habían predicho sobre él se había cumplido (Lucas 24:36-49).
En Pentecostés, la venida del Espíritu Santo sobre los creyentes atestiguó que Jesús resucitó y que fue glorificado por Dios (Hechos 2:32-33). Los apóstoles afirman, varias veces, haber sido testigos de la resurrección del Señor. Este es el punto central de su mensaje en la proclamación del Evangelio. El apóstol Pablo predicaba: “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9).
1 Reyes 14 – Marcos 14:26-52 – Salmo 59:8-17 – Proverbios 15:23-24