Cuando los soldados de un grupo de fanáticos entraron en Mosul (Irak), marcaron las casas de los cristianos con la letra «nun» (la n de nuestro alfabeto). Era para designar a los “nazarenos” (seguidores de Jesús de Nazaret), a quienes pensaban masacrar. En estas casas todos sabían que su condena estaba claramente anunciada en las paredes de la casa que supuestamente debía protegerlos. ¡Sabían que si no huían, morirían!
La situación de los israelitas, tal como se describe en el texto del encabezamiento, era muy diferente. Mientras los egipcios estaban condenados a sufrir una terrible plaga, los israelitas debían marcar sus puertas con la sangre de un cordero, para ser salvos. Mataron un animal, marcaron las puertas con su sangre… ¡y se salvaron! Para esto no era necesario ser más inteligente o más santo. Solo se necesitaba tener fe, una fe activa: ¡creer y actuar en consecuencia!
La Biblia nos dice que un día cada uno de nosotros tendrá que rendir cuentas a Dios. También nos dice que Jesucristo se ofreció como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Fue castigado en nuestro lugar, por todas las ofensas que hemos hecho a Dios. Debemos creerlo con todo nuestro corazón para estar a salvo del juicio de Dios.
En Mosul, la señal en las casas era una sentencia de muerte. Hoy, el que cree en la obra de Jesucristo es salvo y tiene vida eterna.
¿Qué señal tiene usted?
1 Reyes 13 – Marcos 14:1-25 – Salmo 59:1-7 – Proverbios 15:21-22