Sabina Wurmbrand, de origen judío, quedó muy molesta cuando su marido se convirtió al cristianismo. Leamos su testimonio:
«Una noche, al volver de una reunión de oración, Richard tomó mis manos entre las suyas y me dijo:
–He entregado mi corazón a Cristo y pronto me bautizaré.
Esta noticia era más de lo que podía soportar. Me encerré en una habitación durante horas y decidí que el día que él se bautizara yo me quitaría la vida. Llegado ese día, cuando mi esposo se fue a otra ciudad para ser bautizado, cerré la puerta de la casa y me tiré al suelo, llorando y temblando. Un vacío espantoso, un desierto de terror se apoderó de mí. En mi desesperación grité:
–¡Jesús, no puedo ir a ti, no quiero que Richard sea tuyo, no puedo soportar más esto!
La fuerza de mi llanto me hizo entrar en estado de choque. Durante mucho tiempo me quedé allí, devastada, llorando… Luego, poco a poco, la calma volvió, algo dentro de mí cambió.
La vida comenzó a renacer. Cuando Richard regresó de su bautismo, fui a esperarlo a la estación con flores. ¡Qué alegría para él! Esa noche nos quedamos despiertos durante mucho tiempo, hablando de todo lo que había sucedido. Había avanzado lentamente hacia este cambio bajo la acción de una fuerza silenciosa de bondad que no había comprendido. Lejos de esclavizarme, abría mi corazón a una nueva vida».
Ese día ella se convirtió.
1 Reyes 10 – Marcos 11:20-33 – Salmo 57:1-5 – Proverbios 15:13-14