Hace mucho tiempo, un hombre rico visitó una galería de arte. De repente centró su atención en un impresionante cuadro que mostraba a una mujer pobre rodeada de sus hijos. Con una mirada suplicante, tendía la mano a un hombre cuyo rostro permanecía duro: su corazón era insensible a la miseria de la mujer.
El visitante quedó petrificado. Una escena volvió a su memoria… Reconoció sus propios rasgos en el rostro del hombre. Y la pobre mujer era la que una vez había echado de su casa. Sus lágrimas le reprochaban nuevamente su crueldad. Ella no había podido pagar el alquiler; y él, insensible a la situación y duro de corazón, la había echado a la calle con sus hijos.
El cuadro estaba firmado por el hijo de aquella mujer, quien se había convertido en un pintor famoso. Ahora este hombre se veía enfrentado a sus propias acciones… La escena le parecía insoportable. ¡Con cuánto gusto habría destruido el cuadro!
Llegará el día cuando todo ser humano que no haya creído en Dios tendrá que ver toda la película de su vida. Pero hoy las escenas oscuras de nuestra vida aún pueden ser borradas por la fe en Jesucristo, si confesamos nuestros pecados a Dios. Sin embargo, el que se niegue a recibir el perdón y la gracia de Dios, basados en el sacrificio de su Hijo, un día comparecerá con toda su culpa ante el tribunal divino, sin esperanza de perdón. ¡Entonces será demasiado tarde!
1 Reyes 4 – Marcos 7:24-37 – Salmo 52 – Proverbios 14:33-34