Parece que en Roma, la víspera del año nuevo, muchas personas perpetúan una curiosa costumbre: echar por la ventana algunos objetos viejos que ya no se utilizan, por ejemplo: radios, loza, ropa… En otras regiones, el año nuevo es la ocasión para pintar las paredes y eliminar todas las manchas viejas.

Sería maravilloso si con la misma facilidad pudiéramos deshacernos de todos los viejos resentimientos, los viejos miedos, y empezar con una nueva y buena actitud en el trabajo, en las diferentes ocupaciones y en todas nuestras relaciones. A veces se dice que basta con olvidar el pasado y empezar todo de cero. ¡Es muy fácil tomar buenas decisiones a principio de año! Pero, ¿logramos mantenerlas durante todo el año, incluso esforzándonos mucho?

Dios nos ofrece la posibilidad de hacer un cambio verdadero, completo. No se trata solo de pasar una página que tendremos que pasar nuevamente el próximo año. ¡Acepte su intervención, confíe en Jesucristo! “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo” (2 Corintios 5:17-18). Esta transformación no es solo una reforma, sino el regalo de una nueva naturaleza, divina, de un “nuevo” nacimiento por medio del cual entramos en el reino de Dios (Juan 3:5-7).