Existen muchos libros de reflexión filosófica o existencial, algunos muy pertinentes. ¿Qué distingue a la Biblia de todos esos libros? Ella misma lo dice: es la Palabra de Dios, y excluye cualquier otra revelación. ¿Y cómo sé que lo que ella dice es verdad? Al menos dos cosas me prueban que este libro no viene del hombre, sino de Dios:

– Cuando lo leo, constato que describe de forma exacta lo que soy, lo que siento, mis esperanzas, mis temores… Me revela lo que hay en el fondo de mi corazón, mis intenciones ocultadas. El autor de este libro me conoce mejor de lo que yo mismo me conozco.

– Cuando leo la Biblia, en ella también descubro a Dios. Pero no a un dios como los de la mitología, es decir, divinidades que solo son caricaturas del hombre o sueños construidos sobre la imaginación humana. El Dios que descubrí en la Biblia va mucho más allá de lo que podemos imaginar; es un Dios que ama a sus enemigos, un Dios que se humilló hasta hacerse un niño, el esclavo del hombre, su sustituto en la cruz (Filipenses 2:7-8). Un Dios que me acepta tal como soy y que me ofrece su gloria eterna. Un Dios lleno de amor y de pureza a la vez, que quiere que comparta este amor y esta pureza con él. Un Padre que me acoge con los brazos abiertos… ¡Esto no lo encuentro en ningún otro sitio!

Este libro me emociona y me habla cada vez que lo leo. ¡No dude en leerlo!