Los ojos del Señor están sobre los justos.
Los ojos del Señor contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él.
Varias veces la Biblia nos habla de los ojos o la mirada de Dios. Dios mira a todos los hombres con amor, porque los ama a todos. Se fija especialmente en los justos, es decir, en aquellos que han sido justificados por la fe en la sangre de Jesús. Su mirada es atenta, cuidadosa, misericordiosa. Algo así como un padre que no quita la mirada de su pequeño hijo. Nosotros no siempre miramos hacia él, pero el Señor nunca deja de mirarnos.
Ser conscientes de ello nos purifica y nos anima.
– Nos purifica: podemos engañar a los demás y a nosotros mismos, pero no a Dios, pues él sabe todo sobre nosotros, incluso lo que quisiéramos disimular, lo más oscuro… Conoce nuestros defectos ocultos, sin embargo, nos ama. Conscientes de su amor y de su gracia, podemos exponernos sin miedo a su mirada, para reconocer y renunciar a lo que no le agrada.
– Nos alienta: sean cuales sean nuestras dificultades y angustias, podemos estar seguros de que Dios las ve y actuará para nuestro bien. Cuando su pueblo era maltratado, Dios dijo: “Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios” (Éxodo 3:7-8).
Jesús miró al apóstol Pedro cuando este lo negó por tercera vez (Lucas 22:61). Su mirada llena de amor ayudó a Pedro a no desesperarse por su error, y lo condujo a volver a Jesús.
(continuará el próximo jueves)