Nuestro Creador quería ser conocido como un Padre amoroso y perfecto por cada uno de nosotros. Pero nuestra actitud de independencia y nuestro rechazo a Dios nos han privado de esta feliz relación. Y esta actitud nos condena sin apelación.
Pero hay una buena noticia: Dios viene a nosotros sin esperar que demos el primer paso. Se acerca a nosotros en la persona de Jesucristo, quien nos dice: “Venid a mí”; “yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Mateo 11:28; Juan 14:6).
Quizás usted diga: “¿Por qué necesito a Jesucristo? ¿Por qué tengo que creer en él? ¡Estoy bien, soy fuerte, y de todos modos me arreglo muy bien sin él!”. Esto es lo que usted piensa, pero ni sus capacidades ni sus pretensiones tendrán ningún valor cuando comparezca ante Dios…
Otra persona dirá: “No puedo creer que Dios se interese en mí, soy demasiado malo. He cometido grandes errores, incluso me da vergüenza hablar de ello. Sufriré las consecuencias toda mi vida”. ¡A pesar de esto Dios se interesa por usted! Él quiere perdonarlo y ayudarle a comenzar de nuevo. Lo hizo por mí y también puede hacerlo por usted.
No querer arrepentirse, ni creer, es despreciar el más maravilloso regalo que Dios hizo a los hombres: Jesucristo, a quien él condenó y castigó en nuestro lugar. Rechazar esta oferta es permanecer intencionalmente del lado de los culpables. Pero aceptarla es recibir el perdón de Dios y pasar a ser, desde hoy y para siempre, su hijo muy amado. ¿Dará usted ese paso ahora?
Jueces 2 – Apocalipsis 2:18-3:6 – Salmo 139:13-18 – Proverbios 29:15-16