“Evita como a una peste peligrosa y como a un veneno infernal decir:”Cometí tal y tal pecado, Dios me aborrece, soy objeto de la justa ira del juez“.
Di más bien:”Soy un pecador, eso sí, pero sé que Dios quiere recibir a los pecadores, a los que sienten su pecado“.
Sin esto, ningún hombre sería salvo.”Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos“(Romanos 11:32).
Si reconoces realmente tus pecados, si tiemblas, si estás turbado y cargado por temor al juicio y al infierno, ten ánimo, pues Dios quiere manifestarte su amor y su gracia. Él quiere salvarte. Todas sus promesas nos aseguran que él no desea la muerte del pecador, pues es un Dios de paz y de gracia.
No te dejes llevar por el desánimo, cree”en esperanza contra esperanza“(Romanos 4:18). Jesucristo es el médico de los corazones quebrantados. Él desea levantar a los caídos, y no quiere apagar”el pábilo que humea“.
Entonces, si eres una vela cuyo pábilo todavía está humeando, no te apagues a ti mismo por la desesperación o el desánimo. Si eres una caña cascada o quebrada, no te quiebres totalmente a ti mismo, sino ven a Jesús, el dulce amigo de las almas”.
Jesús dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
Números 16:1-19 – 2 Juan – Salmo 78:65-72 – Proverbios 18:20-21