A sus 85 años, el académico Jean d? Ormesson dijo: “Siempre he sentido un asombro por vivir. Ya de pequeño me detenía un momento en el juego y me preguntaba qué hacía allí. Hace unos 5 años, un día de verano estaba bañándome en el Mediterráneo cuando de repente, al salir del agua, fui invadido por un sentimiento de admiración, como un vértigo. ¿Por qué el sol? ¿Por qué el mar? ¿Por qué las rocas?”.
Este hombre de letras, a sus 80 años, se maravillaba de su propia existencia, aparentemente sin reconocer al autor de la vida. Y este “asombro por la vida” que lo empujaba a preguntarse de dónde venimos y a dónde vamos inquieta a la humanidad desde siempre. Las respuestas confiables nunca vendrán de las reflexiones del hombre ni de sus razonamientos. Sin revelación, ¿cómo conocer el origen de nuestra existencia? Las respuestas solo pueden venir de su Creador: “Dios, que da vida a todas las cosas” (1 Timoteo 6:13).
Solo puedo conocer el significado y la meta de mi vida en la tierra si Dios me los revela, y lo ha hecho. Él ha dado al hombre la capacidad de reconocer Su poder y Su grandeza por medio de la naturaleza que nos rodea. Vino a la tierra en la persona de Jesús, su Hijo. Tomó un cuerpo humano y vivió entre los hombres, como lo narra la Biblia. La lectura de este Libro ha iluminado a los creyentes de todas las generaciones. Les ha dado el descanso de espíritu. Arroja gran luz sobre el sentido de sus vidas, y muestra el objetivo: Cristo, nuestra esperanza.
Números 10 – 2 Timoteo 4 – Salmo 77:10-20 – Proverbios 18:8