La Buena Semilla: Martes 29 Diciembre
Martes
29
Diciembre
De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Juan 3:16
El Evangelio en miniatura

Así llamaba Martín Lutero al versículo que acabamos de leer, pues en pocas palabras resume lo que Dios hizo, con la razón y el objetivo de su acción. En esta frase todo es grande, porque todo es divino:

 – un gran Dios de amor que ama a todas sus criaturas;

 – un gran don: su Hijo;

 – un gran llamado: todo aquel;

 – una gran liberación: no se pierda;

 – una gran herencia: la vida eterna.

La Palabra de Dios es viva y sigue actuando. Esta frase ha sido el medio de salvación para una multitud de personas. La expresión “todo aquel” fue una verdadera revelación para muchos: todo aquel somos usted y yo, no se excluye a nadie. No hay un pecador demasiado culpable que no pueda ser salvo: esta es la verdadera gracia de Dios. Cada uno puede apropiársela y decir: “El Hijo de Dios… me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). La misma obra hubiese sido necesaria incluso si yo hubiese sido el único que necesitaba ser salvo.

Esta constatación, ¿no toca nuestros corazones? Cada uno de nosotros puede decir: Jesús sufrió por mí; murió por mí; resucitó por mí.

En su infinito amor y para su propio gozo, Dios quiere que seamos felices eternamente. Para alcanzar ese maravilloso objetivo, aceptó que su muy amado Hijo recibiese el castigo que nosotros merecíamos. “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:18).

Ahora, todo el que cree en él es perdonado, purificado: tiene acceso a su misma presencia, y esto por la eternidad.

Jueces 20:1-23 – Apocalipsis 21:1-14 – Salmo 148:9-14 – Proverbios 31:8-9